jueves, 17 de julio de 2008

De una cajita, una vez...

Ni gente ni autos ni perros mojados. Una alarma que aturde los pasos sordos. Las hojas empapadas te cuentan al oído sus secretos mas íntimos mientras caen, mientras mueren, y se ahogan. Y vos mientras tanto, -entre baldosa y baldosa- pensas.

Por las venas sentís que en lugar de sangre te corre barro. No sé por qué, pero sentís esa pesadez. Por lo espeso tal vez, por lo sucio. Por lo oscuro. Creés que no existe filtro tal que sea capaz de llevar a cabo una purificación tan extensa. No, no lo creés, lo sabés. Pero igualmente caminas. Igual pensas.

La cosa está en no acostumbrarse. Esa es la cuestión. Porque en cuanto te acostumbraste a pensar… chaupicha. Pensar va a ser como ir al baño, como lavarte los dientes, como tomar un colectivo, como cebarte un mate. Y no es justo, no es así, la cabeza trabaja mucho mucho como para que uno la desprestigie de ese modo, no podemos ubicar su actividad como una rutina más de nuestro día. Porque la cabeza te deja que vayas al baño, la cabeza te permite que te laves lo dientes, la cabeza te ayuda a que tomes el colectivo, la cabeza te dice que te cebes un mate… y uno le hace caso… entonces, no hay que acostumbrarse, es así nomás.

El tema es la vida paralela, ahí si que cuesta moverse. Y salir, ni te cuento. Así como en un día de lluvia, cuando uno entra a un lugar cerrado, la gente advierte que uno viene de la calle, al toque… bueno, con la vida pasa lo mismo. Cuando uno sale de la vida paralela y entra en la titular, queda a la vista de todos que venís de la vida paralela… se nota. Se te nota. ¿Y sabés hasta cuando se nota? Hasta que te acostumbras. Cuando ya entraste en clima, cuando ya te ubicas con la gente, cuando ya no perdes el equilibrio… ahí ya está… ¿entonces? Y, entonces te acostumbraste a esa rutina de lavarte los dientes todos lo días y te cansas, al punto de querer irte al carajo ¿y que hacés? Lógico, te refugiás en tu vida paralela. El problema es cuando volvés. Porque cuando volvés de tu vida paralela, todos se dan cuenta de donde venis. ¿Sabés por qué? Porque no están acostumbrados a verte, están acostumbrados a la coherencia, a la cotidianeidad, a la “normalidad” que no sé a qué hará referencia, pero les encanta usar ese término. Y bueno, dejás de pasar desapercibido cuando ellos se acostumbraron a verte. Y ahí, ahí te acostumbrás…

3 comentarios:

Sebiss dijo...

a la rutina y a la resaca..
y chaupicha.

Glorioso meris, me encantó.

Niev dijo...

Gracias Sebaaa, gracias por ser mi único admirador no secreto de mi blog!! jaja

Sebiss dijo...

jajaja de nada, y tampoco juego al loto ni soy asiatico. Bah eso ultimo si, pero solo de corazón..