
Hoy lo fui a saludar, como todos los días, le fui a mirar los ojitos a ver si ya había visto el mundo... pero al llegar a la maceta me encontré con la flor -su compañera de rama o su ramaroommate- llorando desconsolada... al instante entendí todo: morrón bebé ya no estaba.
Diez centímetros más abajo, apoyadito en la tierra todavía húmeda, estaba así, casi como durmiendo la siesta, el morroncito que nunca llegó a serlo...
En fin... uno menos para el guacamole.
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