sábado, 31 de enero de 2009

Eco traidor


Vi las manos de esas hojas silenciosas, que me contaron secretos
sin darse cuenta. Me contaron que el sol no les dijo nada, pero sabía;
él lo sabía. Me contaron que la lluvia se lo gritó al viento y que éste
no quiso desparramarlo por el bosque. Por miedo, obvio.

Vi con las manos cerradas, todos los sonidos que escondías. Las hojas, en su silencio, también los vieron. También oyeron. Abrí las manos, para ver mejor, pero ya te habías ido, con el sol, por la sombra, efímera y vanidosa, antes de que la lluvia les mordiera los talones.

Vi con las manos vacías, que un eco sordo me comía los ojos.
Pero no dije nada, no pude decir nada. Con los párpados raídos,
tan rotos, tan mudos, no tuve valor para decir nada.


[Foto: gentileza de Nanita.]

viernes, 30 de enero de 2009

Pupila


No siendo esclava de tus ojos, perforo mi aliento
con las rocas filosas que soltó el camino desandado,
y me dejo arañar, impávida, serena y ensangrentada,
por unos gritos helados que no logran desarmar tu alma.
Ciega de tanto por mirar, emprendo ese vuelo
furioso y desesperado, y corro tan rápido como
tu sombra no alcance, y mi piel se despega de tu sombra,
y tu sombra se lleva la mía, y mis manos te asfixian
las entrañas, y tu suspiro acalla mi demencia, y el sol
enfermo de pudor explota en llanto porque mi paciencia
calmará tu ira… entonces, enredada, ahora, en la maraña
de tus huesos de labios secos, dejo caer mis párpados
sobre tus huellas, y te sigo… ciega de tanto por mirar.

viernes, 23 de enero de 2009

La pálida

Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte.

En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.

["La pálida" - Eduardo Galeano]

lunes, 12 de enero de 2009

Una noche pasada, pesada...

El barrio casi en silencio. La lluvia da una música de fondo perfecta. Por la ventana se escurre un olor a tierra mojada que termina de cerrar con ese clima ideal para una pesada noche totalmente de verano.

Fue un día muy real. Fue una semana demasiado virtual. Te miras las manos con los ojos bien abiertos y ves un vacío profundo y quieto. Las miras con los ojos bien cerrados, y tus puños están tan llenos de proyectos que se te escapan como gelatina entre los dedos. Pausa. Tus ojos de pronto estallan… ¿por qué? Por incontinencia sentimental seguro. La mediocridad te susurra en el oído y tratas de espantarla como mosca de verano. La frustración, rencorosa, te mira desde alguna ventana, pero vos cerras la tuya sin dejarla siquiera espiar. Te levantas, caminas, respiras, te lamentas nuevamente; como criatura de dos años preguntas: ¿y por qué? Te encoges de hombros mientras te secas las lágrimas de un presente que nunca existió.

Un eco adolescente remueve historias inconclusas, irreales, tan tormentosas como efímeras. Miras el techo. Respiras la lluvia. Le das un último sorbo al mate, frío, lavado, pero paciente, hasta casi comprensivo. Las canciones de una radio vieja te hacen viajar fugazmente a cualquier lado. Con la sensibilidad a flor de piel, experimentas un sin fin de sensaciones, y terminan dejándote abombada.

¿Hace falta una desconexión tan brusca para bajar a lo simple? Dejas que tu cabeza se lance a esa montaña rusa llena de vértigo y adrenalina, esperando que se lleve con el impulso los propios impulsos de tu alma; no hay caso, con el alma tan desnuda, la soledad se te pega como chicle derretido y rebalsas de cariño ya vencido, descartable, inútil, como todo, como siempre.

Finalmente entras en un estado de ensoñación, intentando atrapar sueños intangibles pero que acechan cual lobo en la oscuridad. Con unas manos enormes como del mármol más frío crees lograr la captura del gigante, pero sabes que los sueños cautivos no florecen, no respiran, no fluyen, no liberan. Acurrucados e inmóviles sólo esperan no ser soñados nunca más. ¿Y por qué…? Volves la vista a la ventana… y volves a respirar… y volves a la lluvia.

sábado, 10 de enero de 2009

Pasó el Polaco a tomar unos mates...


Estás desorientado y no sabés

qué trole hay que tomar para seguir.

Y en ese desencuentro con la fe

querés cruzar el mar y no podés.

La araña que salvaste te picó

¡qué vas a hacer!

y el hombre que ayudaste te hizo mal

¡dale que va!

Y todo el carnaval

gritando pisoteó

la mano fraternal
que Dios te dio.

Qué desencuentro

Si hasta Dios está lejano

Sangrás por dentro,

todo es cuento, todo es vil.

En un corso a contramano

un grupí trampeó a Jesús...

No te fíes ni de tu hermano,

se te cuelgan de la cruz...


Quisiste con ternura, y el amor

te devoró de atrás hasta el riñón.

Se rieron de tu abrazo y ahí nomás

te hundieron con rencor todo el arpón


Amargo desencuentro,
porque ves
que es al revés...
Creiste en la honradez
y en la moral...
¡qué estupidez!


Por eso en tu total

fracaso de vivir,

ni el tiro del final
te va a salir.


[
Música: Aníbal Troilo | Letra: Cátulo Castillo ]