lunes, 12 de enero de 2009

Una noche pasada, pesada...

El barrio casi en silencio. La lluvia da una música de fondo perfecta. Por la ventana se escurre un olor a tierra mojada que termina de cerrar con ese clima ideal para una pesada noche totalmente de verano.

Fue un día muy real. Fue una semana demasiado virtual. Te miras las manos con los ojos bien abiertos y ves un vacío profundo y quieto. Las miras con los ojos bien cerrados, y tus puños están tan llenos de proyectos que se te escapan como gelatina entre los dedos. Pausa. Tus ojos de pronto estallan… ¿por qué? Por incontinencia sentimental seguro. La mediocridad te susurra en el oído y tratas de espantarla como mosca de verano. La frustración, rencorosa, te mira desde alguna ventana, pero vos cerras la tuya sin dejarla siquiera espiar. Te levantas, caminas, respiras, te lamentas nuevamente; como criatura de dos años preguntas: ¿y por qué? Te encoges de hombros mientras te secas las lágrimas de un presente que nunca existió.

Un eco adolescente remueve historias inconclusas, irreales, tan tormentosas como efímeras. Miras el techo. Respiras la lluvia. Le das un último sorbo al mate, frío, lavado, pero paciente, hasta casi comprensivo. Las canciones de una radio vieja te hacen viajar fugazmente a cualquier lado. Con la sensibilidad a flor de piel, experimentas un sin fin de sensaciones, y terminan dejándote abombada.

¿Hace falta una desconexión tan brusca para bajar a lo simple? Dejas que tu cabeza se lance a esa montaña rusa llena de vértigo y adrenalina, esperando que se lleve con el impulso los propios impulsos de tu alma; no hay caso, con el alma tan desnuda, la soledad se te pega como chicle derretido y rebalsas de cariño ya vencido, descartable, inútil, como todo, como siempre.

Finalmente entras en un estado de ensoñación, intentando atrapar sueños intangibles pero que acechan cual lobo en la oscuridad. Con unas manos enormes como del mármol más frío crees lograr la captura del gigante, pero sabes que los sueños cautivos no florecen, no respiran, no fluyen, no liberan. Acurrucados e inmóviles sólo esperan no ser soñados nunca más. ¿Y por qué…? Volves la vista a la ventana… y volves a respirar… y volves a la lluvia.

2 comentarios:

Sebiss dijo...

grosa

Niev dijo...

Groso usted, por tomarse el tiempo y leer...

Gracias