
¿Quién te dejó desnuda de empuñadura, indómita, rebelde y astillada?
Que ni tu sombra sirve de reparo, sólo lastima.
Que ni tus penas gritan a lo lejos;
que ni tus sueños tienen ya paciencia.
Que los baúles de tu mente, repletos todos de furia,
empujan al gigante a no buscarte nunca más...
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